Destino AUSTRIA. Día 11. Por fin en Austria.

13 DE JULIO DE 2021 / vaduz (liechtenstein) – innsbruck (austria).

La previsión meteorológica no erró. La mayor parte de la noche estuvo lloviendo con una cierta intensidad. Pero eso no era lo peor. El pronóstico para los siete próximos días era de lluvia. No será para tanto – nos dijimos con la intención de autoconvencernos de que no iba a ser así. Que equivocados íbamos. Lo cierto es que no teníamos ni idea de lo que se nos venía encima.

Desayunamos en aquel tranquilo estacionamiento de la capital del pequeño principado de Liechtenstein. Antes de partir, abonamos los 5 CHF que nos costó el estacionamiento desde las 19 horas del día anterior, hicimos el correspondiente vaciado/llenado de aguas y nos pusimos en marcha con la intención de entrar en Austria.

El día había amanecido gris y lluvioso. Más que una jornada de mediados de julio parecía que habíamos entrado de pleno en el otoño centroeuropeo.

Llegamos al paso fronterizo y nos colocamos en la cola de acceso. Dos agentes fuertemente armados observaban con cara de pocos amigos los vehículos que pretendían entrar en Austria. Preparamos los certificados COVID. Seguro que nos los piden – comentamos.

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En la frontera entre Liechtenstein y Austria no nos pidieron el certificado COVID.

Cuando llegó nuestro turno aquellos agentes con cierto aspecto de Schwarzenegger nos miraron, pero no nos prestaron ni la más mínima atención. Ni una palabra, ni un gesto. Esperábamos que se dirigieran a nosotros, pero nada. Ante su indiferencia, pusimos primera y cruzamos la frontera ¡Ya estábamos en Austria!

Nuestra primera misión consistía en conseguir la viñeta para poder utilizar las autopistas ya que, al igual que en Suiza, es el sistema de pago para las vías rápidas. La conseguimos sin ningún problema en una gasolinera -9€ por 10 días de uso-. Aprovechamos para repostar gasoil ¡Qué diferencia de precios con Suiza! Mientras que en el país helvético habíamos pagado el combustible a 1,80 CHF/litro, en Austria costaba a 1,25€/litro.

Pusimos rumbo hacia Sankt Anton am Arlberg, un pequeño pueblo ubicado en el corazón del Tirol y considerado como la «cuna del esquí alpino». La climatología cada vez se complicaba más. Una espesa niebla hizo acto de presencia. La lluvia arreció y la temperatura bajó hasta unos incómodos 9ºC.

En esas condiciones se hacía complicado poder disfrutar del viaje y de los bonitos paisajes tiroleses. Había que estar muy pendientes de la carretera y del tráfico.

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No pudimos disfrutar de los paisajes tiroleses como nos hubiese gustado.

Finalmente llegamos a Sankt Anton am Arlberg, la cuna del esquí alpino. Lamentablemente, en esas condiciones no nos apetecía demasiado visitar aquella población. De hecho, la idea era subir a la estación de esquí de Arlberg,  para disfrutar de las vistas desde lo alto de las montañas.

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Sankt Anton am Arlberg está considerada la cuna del esquí alpino.

Optamos por esperar un poco a ver si el tiempo mejoraba. Paramos en un lugar discreto con la esperanza de que la meteo cambiaba mientras replanteábamos la situación.

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Hicimos un alto para comer a las afueras de Sankt Anton am Arlberg.

Aunque durante unos instantes nos dio la impresión de que las nubes se retiraban para dar paso al sol, nada más alejado de la realidad. Tan solo fue un espejismo que duró apenas unos minutos. Así no era cuestión de subir a las montañas y miradores de Sankt Anton. Decidimos dejarlo correr.

Como alternativa propusimos acercarnos a Tarrenz, una población que nos pillaba de camino. Su principal atractivo es ser la sede de la fábrica de la conocida cerveza Starkenberger. Esta bebida se elabora según la ley de pureza bávara con tradición desde 1516. Se trata de la cerveza más premiada de Austria.

En su factoría se ubica la mítica piscina de cerveza a la que se le atribuyen propiedades curativas para ciertas enfermedades. Siempre sería más fácil hacer una visita en un lugar cubierto que al exterior- pensamos. Nos pusimos en marcha.

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La lluvia no nos quería dar tregua.

Llegamos a Tarrenz con facilidad. No obstante, no encontrábamos forma de llegar a la fábrica de cerveza. Todos los accesos que encontrábamos no eran aptos para un vehículo tan largo como el nuestro. Incluso paramos un rato para explorar el Google Maps y encontrar alguna vía alternativa que nos permitiera llegar hasta allí.

Después de diversos intentos infructuosos decidimos tirar la toalla. Ciertamente el día se nos estaba girando. Ante estas situaciones, solemos hacer un «reset». Estacionamos en un lugar tranquilo y nos dispusimos a preparar la comida mientras disfrutábamos de las trabajadas fachadas de las típicas casas tirolesas que había en Tarrenz.

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Mientras estudiábamos el mapa pudimos ver típicas casas tirolesas en Tarrenz.

Acabamos de comer y el tiempo no cambiaba. Viendo que la previsión meteorológica no era nada halagüeña, decidimos continuar hasta nuestro siguiente destino: Innsbruck.

La lluvia no quería darnos ni un solo instante de tregua. Agua, agua y más agua. Eso era lo que teníamos desde el inicio del día. Un agua que durante instantes hacía muy difícil la conducción.

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La lluvia no estaba dispuesta a darnos ni un solo respiro.

Nos íbamos acercando al destino y había que buscar algún lugar para pernoctar. En Austria, al igual que en Suiza, no existen prácticamente áreas para autocaravanas. Afortunadamente, disponen de una amplia red de campings municipales. En la App habitual localizamos el Campingplatz Judenstein, un camping ubicado en Rinn, una población cercana a Innsbruck. Tenía buen aspecto y nos iba bien por distancia. Allí nos dirigimos.

Una simpática chica nos atendió en la recepción del camping. Pensamos que lo más idóneo sería pasar dos noches, aquella y la siguiente. De esa forma podríamos visitar Innsbruck sin prisas. Pagamos 26€/dia por tres personas y la autocaravana. El precio incluía, además, tarjeta de transporte para tomar el bus y desplazarnos cómodamente a la ciudad. Nos instalamos en la plaza que nos asignaron.

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El Camping Judenstein en Rinn era muy acogedor,
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No había demasiados turistas en el camping de Rinn.

A pesar de la insistente lluvia, el día aún daba de sí. Cogimos los chubasqueros y salimos a explorar los alrededores del camping. Realmente, excepto por una curiosa iglesia, no había mucho que ver. Su ubicación junto a un frondoso bosque únicamente invitaba a disfrutar del entorno natural. Eso hicimos.

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El bosque junto al camping invitaba a pasear por su interior.
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Los bosques tiroleses son frondosos.

Nos adentramos en aquel precioso paraje pintado únicamente en dos colores. Seguía cayendo una fina lluvia. Llamaba la atención la diversidad de aromas que se podían percibir caminando por aquel arboretum. A nuestro paso emanaba de la tierra un agradable olor a humedad. Descubrimos una cabaña abandonada con cierto aspecto tétrico.

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La cabaña parecía emerger de entre la niebla.

Pero esa no fue nuestra única sorpresa. Un extraño ruido detrás de unos arbustos nos sobresaltó. Algo se movía allí, a escasos metros nuestros. De repente, como si de un cuento se tratara, una familia de tres ciervos surgió tras los árboles. Aquellos bonitos animales se quedaron inmóviles. Parecían casi tan sorprendidos como nosotros.

Durante unos instantes sus ojos y los nuestros intercambiaron una breve mirada. Muy despacio cogí el móvil para intentar inmortalizar aquel mágico momento. Justo en aquel instante el cervatillo arrancó a correr. Los dos ejemplares adultos le siguieron. Aún tuve tiempo suficiente para grabar un pequeño vídeo.

Después de aquella gratificante experiencia seguimos con el paseo. La fina lluvia que caía al principio se convirtió en un chaparrón de gotas gruesas. Pensamos que era el momento para volver al camping.

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La niebla y la lluvia convertían aquel lugar en un remanso de paz y tranquilidad.

La precipitación ya no paró. De hecho, se mantuvo durante toda la noche. La previsión meteorológica para los próximos días no era nada halagüeña.

¡Habíamos tenido un día completo de lluvia, pero tan solo iba a ser el primero de una larga lista!

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Resumen de la jornada: Vaduz (Liechtenstein) – Rinn (Austria)

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